lunes, 28 de diciembre de 2015

Los LAS CORZ o LASCORZ en Labuerda

El apellido Las Corz se documenta en Labuerda desde época medieval. En el año 1469 Bertholomeu de Las Corz era vecino de Labuerda, aldea de Aínsa. En 1484 Bertolomeu de Las Corz era cabeza de familia en Labuerda, y en 1525 Joan de Las Corz era vecino de Labuerda. En torno al año 1570 había dos cabezas de familia en Labuerda que se llamaban igual: Joan de Las Corz. No sé si eran parientes; quizá pudieron tener un mismo abuelo paterno, pero esto es una mera suposición que quizá se pueda resolver en un futuro, cuando aparezca nueva documentación. Lo que sí es seguro que emparentaron al casar con dos hermanas apellidadas Sarbisé. Los Sarbisé de Labuerda estuvieron relacionados con casas destacadas del entorno, era una familia acomodada, lo mismo que las familias de los Las Corz.  Mn. Miguel Sarbisé, que fue canónigo de la Catedral de Barbastro, era tío de las hermanas Sarbisé.

Joan de Las Corz, labrador, contrajo matrimonio con Catalina Sarbisé, y Joan de Las Corz, alias Blanco, casó con María Sarbisé. Del último matrimonio mencionado nacieron al menos cuatro hijos varones que casaron en Labuerda, contribuyendo notablemente en la expansión del apellido en la localidad. Los hijos fueron:

·      Juan de Las Corz y Sarbisé, alias Blanco, que casó con Gracia Lo Cuello.

·      Bartholomé Las Corz y Sarbisé, alias Arcas, casado con Esperanza Lo Pueyo.

·      Domingo Las Corz y Sarbisé, casado con María La Forga.

·      Sebastián Las Corz y Sarbisé, casado con Ana Sasé.

De estos matrimonios hubo descendencia femenina. Me consta la presencia de descendencia masculina en al menos uno de ellos.

A finales del siglo XVI había al menos cuatro propietarios en Labuerda apellidados Lascorz: Joan de Las Corz (agricultor), Bartolomé de Las Corz (alias Arcas), Joan de Las Corz (alias Blanco, hermano de Bartolomé) y Domingo Las Corz, hermano de Bartolomé.
 

 
CASA NOTARIO DE LABUERDA

La documentación consultada hasta ahora no me permite aclarar el origen de esta familia. He intentado coordinar todos los datos y casar todas las “piezas” que dispongo del “puzle”, si bien faltan piezas y, por tanto, los siglos XVI y XVII se siguen resistiendo.

El dato más antiguo asignable a esta casa es que en torno al año 1570 vivía Joan de Las Corz, labrador, que casó con Catalina Sarbisé Pintado, de Labuerda. Su hijo Juan de Las Corz y Sarbisé contrajo matrimonio con Domenecha Dondueño, a los que les sucedió en la herencia de la casa su hijo Juan de Las Corz y Dondueño, notario, el primer notario conocido en la familia. Estos herederos tuvieron varias hermanas, que fueron a vivir a casas de buen nivel económico:

·      María de Las Corz y Sarbisé casó con Juan Cosculluela, residiendo en Charo.

·      Lucía Lascorz contrajo matrimonio en 1637 con Pedro Fumanal, de Los Molinos.

·      María de Las Corz y Dondueño casó con Victorián Pérez, de Puyarruego.

·      Catalina de Las Corz y Dondueño contrajo matrimonio con Juan Carrera, de Labuerda.

Juan de Lascorz o Las Corz, el primer notario conocido
 
 
Tuvo una larga vida de actividad notarial. Ya ejercía el oficio en el año 1613 y seguía realizándolo en 1645. He obtenido en diversos archivos firmas notariales de él, que datan entre los años 1614 y 1635. En 1614 firmó como Joan de Lascorz, “habitante en el lugar de La Buerda, notario por todas las tierras del Rey Phelipe”. Entre 1617 y 1625 firmó como Juan de Lascorz, y desde el año 1626 al 1635 firmó habitualmente como Juan de Las Corz. Es curioso que en los primeros años escribiera Lascorz, para luego preferir Las Corz. Lo que no cambió es lo de “habitante en el lugar de La Buerda-Labuerda” (escribió el nombre del pueblo de las dos maneras, primero La Buerda y después, a partir de 1626 o un poco antes, Labuerda).

Parece ser que Juan de Lascorz contrajo matrimonio al menos dos veces, una con Lucía Carrera que probablemente era nacida en Labuerda. Su sobrino Sebastián Carrera ejerció como notario en Labuerda. Juan de Lascorz casó en 1626 con Mariana Pérez, natural de Aluján, barrio de Muro de Roda, nacida en una familia de notarios, hija de un Comisario del Santo Oficio. La novia aportó al matrimonio 8000 sueldos jaqueses más ajuar. Era habitual que los notarios estuvieran emparentados entre ellos; lo mismo ocurría con los Comisarios del Santo Oficio.

En el año 1640 tuvo lugar el “Acto público de reconocimiento (de infanzonía) otorgado por los jurados y concejo del lugar de San Vicente y La Buerda en favor de Juan de Las Corz, infançón, vecino del lugar de La Buerda”. El magnífico Juan de Las Corz, notario real, natural y habitante en San Vicente y La Buerda, era hijo legítimo de los difuntos Juan de Las Corz, infanzón, y Domenecha Dondueño, cónyuges domiciliados que fueron en el lugar de La Buerda, y como hijo y descendiente de ellos “hayáis sido y seáis infançón e hijo dalgo notorio y conocido por tal por recta línea masculina y como tal vos y vuestros abuelos y padres respective cada uno en sus tiempos hayáis gozado y gocéis de vuestra infançonía e ingenuidad y limpieza como los demás infançones…”. En ese mismo año había otras dos casas de Labuerda en las que el cabeza de familia se apellidaba Las Corz: casa de Jusepe Las Corz y casa Sebastián de Las Corz.

En 1642 Juan de Las Corz, notario, obtuvo firma de infanzonía en la Real Audiencia de Aragón. En el año 1644 se inició un proceso criminal, promovido por el lugar de Labuerda, contra Juan de Las Corz, notario y Familiar de la Inquisición, domiciliado en Labuerda. El concejo de Labuerda decidió emprender acciones legales contra el citado Juan “para evitar los modos y grandes inquietudes que causa en el lugar”. Los cargos se presentaron ante el Tribunal de la Inquisición en Zaragoza. Esto terminó de tensar las ya malas relaciones entre el acusado y la mayor parte de los vecinos de Labuerda.

Para ver si eran ciertas las acusaciones fueron llamados 21 testigos que declararon bajo secreto. El licenciado Mn. Jusepe Broto, rector de Guaso y comisario del Santo Oficio de la Inquisición de Aragón, llevó las riendas del proceso y se encargó de tomar declaraciones. El notario Antonio Sessé, habitante en Laspuña, reflejó documentalmente lo dicho por los testigos.

El principal acusador fue Sebastián Carrera, de 52 años, notario real, que actuó en calidad de procurador y síndico de los jurados y concejo de Labuerda, curiosamente sobrino del acusado Juan de Las Corz. Sebastián Carrera falleció en el año 1655.

Juan de Las Corz, notario, tenía una edad que podríamos llamar avanzada. Sus muchos años de actividad como notario y Comisario del Santo Oficio hicieron que fuera muy rico y poderoso, lo que le proporcionó envidias y enemistades. Además, debía tener un carácter fuerte que se fue incrementando con los años. Llevaba en el pecho una cruz que era la insignia de Familiar del Santo Oficio. También portaba ceñida una espada. Estaba enfadado con el concejo de Labuerda por haberle revocado “la administración de la concordia y recepción de sus rentas”, hasta el punto que un testigo afirmó que oyó decir al acusado, dirigiéndose a un tal Juan Buil: “Vení acá Royo, que vos también sois de la sinagoga que habéis votado contra mí”, amenazándolo de muerte.

En su declaración, la mayor parte de los testigos hablaron mal de Juan de Las Corz, acusándolo de:

·      Vejaciones, tanto al consejo del lugar como a distintos particulares. El acusado procuraba vengarse de los que le agraviaban.

·      Altivo, de fuerte condición, terrible, soberbio (“el hombre más soberbio de España”) y  amigo de pleitos.

·      Tener atemorizados a los vecinos. Atropello hacia todos, especialmente “desde hace diez años”.

·      Excesos en el término del lugar de Escalona contra algunos vecinos de Labuerda, donde el acusado fue durante muchos años procurador y administrador de la justicia a instancia del Señor de Escalona. “Le dijo a Antonio Puço, mayor en días, y a Viturián de Allué, vecinos de Labuerda, en presencia de Mn. Pedro Laforga, Pedro Buil de San Vicente y otros de Labuerda, con amenazas y saña que los había de prender en la cárcel y amansarlos y hacerles abajar aquellos cujones que tenían”. Hizo prender en el término de Escalona a un vecino de Labuerda llamado Matías Arnal; lo puso en la cárcel, acusado del robo de vino en Labuerda.

·      Mal trato al rector de Labuerda y a otros clérigos. Despectivo con el mosén del lugar “por no haberle dado su escolano incienso a bispras”. Amenazas al rector del pueblo por sus palabras en un sermón, las cuales el acusado interpretó que podían ser perseguibles por ser constitutivas de sacrilegio. También discrepancias en cuanto al protocolo en actos públicos.

·      Pretensión de someter al pueblo y tratarlos como vasallos, mediante la compra de préstamos que el concejo de Labuerda debía a diversos ricos propietarios residentes en otros pueblos. Eran préstamos de difícil cobro por estar muy endeudado el concejo. Como el concejo no podría hacer frente a tanta deuda, el acusado pretendía convertir Labuerda en un Señorío, siendo él el Señor. Este asunto debió ser el que desencadenó que los vecinos de Labuerda fueran a Zaragoza y acusaran a Juan de Las Corz ante el Tribunal de La Inquisición.

·      No dar cuentas de la concordia, siendo administrador de ella desde el año 1636, y teniendo la obligación de darlas.

·      Quebrantar las ordinaciones del concejo en cuanto a hierbas y otros.

·      Hacer prender en Aínsa a Sebastián Carrera, notario, vecino de Labuerda, sobrino del acusado, por impago de deudas del concejo de Labuerda.

Hubo varios testigos que hablaron bien del acusado y lo defendieron, por ejemplo Mosén Antonio Las Corz, presbítero, habitante en Labuerda, de 65 años, indicó que el acusado “es de buena fama y costumbres, quieto y sosegado, aunque algunas veces lo he visto enojado con algunas personas y luego se ha aplacado”. El magnífico Pedro Buyl, labrador, vecino de San Vicente, de 68 años, dijo que “conoce al acusado desde hace más de 40 años y lo tiene por hombre de bien y buen cristiano”. Juan Sierra, fustero (carpintero), vecino de la villa de Aínsa, de 40 años, afirmó que “Juan de Lascorz ha sido y es familiar del Santo Oficio de la Inquisición por haberlo visto con la insignia de tal, de muchos años a esta parte, y que es hombre de bien, buen cristiano, temeroso de Dios y caritativo, dando muchas limosnas a los pobres”.

No sé cómo acabó finalmente el asunto. Algún correctivo debió recibir Juan de Las Corz, principalmente por sus encontronazos con varios clérigos residentes en Labuerda. Este asunto era el que el instructor del caso vio como más grave y con necesidad de reparar.

Juan de Las Corz seguía con su actividad de notario en el año 1645. Debió fallecer bastante viejo, en torno al año 1654.

Juan de Las Corz, segundo notario

 
Juan de Las Corz era hijo de Juan de Las Corz, el notario del que acabo de hablar Comisario del Santo Oficio. Según el árbol genealógico familiar de la casa, conservado en Casa Notario de Labuerda, nació en 1631. Esta información es confirmada en una dispensa matrimonial en la que actuó como testigo.

En el año 1654 fue constituido en comisario de las notas, protocolos y escrituras de su padre. Recibió el mandato por parte del “justicia y juez ordinario de la villa de Aínsa y lugar de San Vicente y La Buerda como por el acto de comisión consta que fue hecho en el lugar de Labuerda, el día 9 de julio del año 1654, por Sebastián Carrera, notario real habitante en el mismo lugar”. En calidad de comisario de protocolos notariales, hizo varias copias de documentos originales realizados en diversos años por su padre, como por ejemplo los años 1624 y 1645. En ellas hace constar que es el hijo de Juan de Las Corz, notario.

En los años 1651 y 1665 firmaba los documentos como “Juan de Las Corz, habitante en el lugar de La Buerda, y por autoridad Real por todas las tierras, reinos y señoríos del Rey nuestro señor público notario”. En 1666 estaba casado con Luisa Giral, que probablemente nació en Aínsa, emparentada con el Licenciado Juan Francisco Giral, canónigo de la Catedral de Barbastro.

Al menos desde el año 1678 firmó como Juan de Las Corz mayor, para diferenciarse de su hijo que también ejercía como notario. Las últimas noticias que tengo sobre él datan de 1690. En 1694 ya había fallecido.

Juan de Las Corz, tercer notario

 
Ya ejercía su profesión en 1678, falleciendo en torno al año 1701. En un principio firmaba los documentos notariales como Juan de Las Corz menor, “habitante en el lugar de La Buerda, y por Autoridad Real, por todo el reyno de Aragón público notario”. En 1694 no indica la denominación de menor; su padre habría fallecido. Estuvo casado con Theresa Lanao.

Juan Alonso Lascorz y Lanao, cuarto notario

 
En el año 1701 Juan Alonso Lascorz recibió el encargo de la custodia de los protocolos notariales de su fallecido padre Juan Las Corz. En 1703 se realizaron los capítulos matrimoniales entre Juan Alonso Lascorz, hijo del fallecido Juan de Las Corz y de Theresa Lanao, cónyuges que fueron del lugar de Labuerda, y Theresa Petronila de Bielsa, doncella, hija legítima de Pedro de Bielsa y Petronila de Broto, cónyuges habitantes en la villa de Aínsa. La novia aportó al matrimonio, por vía de dote, 6000 sueldos jaqueses más ajuar; todo ello se lo dio su padre. También se llevó consigo los legados que le pertenecían.

De este matrimonio hubo varios hijos:

·      Francisco Antonio Lascorz y Bielsa, notario y heredero, del que se hablará más adelante.

·      Theresa Lascorz y Bielsa, nacida en 1704, casada en 1727 con Pedro Viu, de Casa Viu de Torla.

·      Alonso Lascorz y Bielsa, nacido en 1714, posiblemente notario, contrajo matrimonio en 1750 con María Ana Lacambra, quizá viviendo en la actual casa Alonso de Plan.

·      María Clara Lascorz y Bielsa, nacida en 1725, casada en 1751 con Juan Domingo Fumanal, de El Pueyo de Araguás, actual casa Lueza.

·      Otros hijos de este matrimonio fueron José, Antonio Sebastián y Rosa Águeda.

Juan Alonso acompañaba su firma notarial con este texto: “Signo de mí Juan Alonso Lascorz, domiciliado en el lugar de La Buerda, y con Autoridad Real por todo el Reyno de Aragón público notario”. La última firma que tengo de él data del año 1739, si bien me consta que todavía seguía trabajando como notario en 1745.

Francisco Antonio de Lascorz y Bielsa, quinto notario

 
El año 1719 fue bautizado Francisco Antonio Lascorz, hijo legítimo de Juan Alonso Lascorz y Theresa Bielsa, cónyuges habitantes en el lugar de Labuerda.

En 1750 contrajo matrimonio Francisco Lascorz con María Theresa de Bardaxí, doncella, hija legítima de los difuntos Enrique de Bardaxí y Antonia Barrau, de Puyarruego. De este matrimonio hubo varios hijos:

·      Francisco Lascorz y Bardaxí, sexto notario, el heredero, del que se hablará más adelante.

·      María Teresa Lascorz y Bardaxí, nacida en 1751 y casada en 1773 con José Mur, de Serveto.

·      Rosa Antonia Lascorz y Bardaxí, nacida en 1752, casada en 1778 con Juan Siest, de Labuerda.

·      Raymunda Lascorz y Bardaxí, nacida en 1766, casada en 1784 con Pedro Laguna, de Oto.

·      Hubo otros hermanos (Joaquín, Ana, Jacobo, Francisco y Carmen) de los que no sé si contrajeron matrimonio.

En cuanto a su firma notarial, acompañaba a la rúbrica este texto: “Signo de mí, Franº Antº de Lascorz y Bielsa, escribano público y Real de Su Magestad, por todas sus tierras, Reynos y Señoríos, domiciliado y vecino del lugar de Labuerda”. En la mayor parte de las firmas incluye su condición de infanzón. Me consta su actividad como notario entre los años 1747 y 1779.

Francisco Lascorz y Bardaxí, sexto notario

 
En el año 1754 fue bautizado Alonso Francisco Antonio Lascorz y Bardaxí, más conocido como Francisco. El 1784 contrajeron matrimonio Francisco Lascorz y María Navarri. Él era hijo legítimo del difunto Francisco y Teresa de Bardaxí, vecinos de Labuerda. Ella era hija legítima de Francisco Navarri y María Subirá, vecinos de Bonansa. De este matrimonio hubo varios hijos:

·      Joaquín Lascorz y Navarri, nacido en 1785, notario y heredero de la casa, del que luego se hablará.

·      Pedro Lascorz y Navarri, nacido en 1785, casado el año 1818 con Francisca Albás, de Sieste.

·      Mosén Francisco Lascorz y Navarri, nacido en 1787, cura párroco de Labuerda.

·      Matías Lascorz y Navarri, nacido en 1790, casado el año 1810 con Rosa Cavero, de La Pardina, aldea de Castejón de Sobrarbe, casa Lascorz.

·      José Lascorz y Navarri, nacido en 1798, casado en 1820 con María Albás, de Sieste.

·      María Francisca Lascorz y Navarri, nacida en 1800, casada en 1819 con Ramón Lacambra, de Camporrotuno, casa Cambra.

·      Mosén Vicente Lascorz y Navarri, cura párroco de Puyarruego y luego de Alberuela de La Liena.

·      Gabriela y Antonio Lascorz y Navarri.

Francisco solicitó en 1782 la Notaría de Reinos para servir la escribanía del Juzgado de la villa de Aínsa, por renuncia de su padre. Tengo constancia documental de la actividad notarial de Francisco entre los años 1783 y 1815, si bien aún vivía en el año 1819. Junto a la rúbrica escribía: “Signo de Mí Francº. de Lascorz y Bardaxy, Infanzón, Escribano Real de su Magestad, su corte, Reynos y señoríos, vecino del lugar de Labuerda".

En 1795 tuvo lugar el reconocimiento de la infanzonía, por parte del ayuntamiento de Labuerda y San Vicente, en favor de D. Francisco, D. Joseph y D. Antonio de Lascorz y Bardaxí, infanzones y vecinos de Labuerda.

Joaquín Lascorz y Navarri, séptimo y último notario.

 
Nació en el año 1785. En 1816 solicitó la concesión de Notaría de Reinos, con residencia en el lugar de Labuerda. Contrajo matrimonio en 1819 con Josefa Ayerbe y Castillón, nacida en Casa El Abogado de Radiquero. De este matrimonio hubo varias hijas:

·      Josefa Lascorz y Ayerbe, la heredera, casada con Ramón Fumanal Lalueza, llegado desde la aldea de Fumanal, de Muro de Roda.

·      María Josefa Lascorz y Ayerbe, nacida en 1820, casó en 1837 con Joaquín Murillo, de Gerbe, casa Morillo.

·      Joaquina Lascorz y Ayerbe, nacida en 1822, casó en 1838 con Antonio Laplana, de Banastón, casa Lisa.

·      Francisca Lascorz y Ayerbe.

Joaquín Lascorz y Navarri seguía ejerciendo como notario en el año 1849; tuvo una larga vida profesional. El final del apellido Lascorz en Casa Notario coincidió también con el final de esta gran saga de notarios. En 1890 los protocolos notariales de Joaquín Lascorz los custodiaba el notario de Boltaña. En la guerra civil española, en el año 1936, fue quemado el Archivo de los protocolos notariales del distrito de Boltaña, una inmensa pérdida para nuestra historia. Por suerte, en Casa Notario conservan unos pocos protocolos notariales, de los años 1656, 1658, 1665, 1666, 1671, 1677-78 y un bastardelo de 1849.

Sirvan estas líneas para recordar a una familia de notarios con más de 230 años de actividad.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Algunos datos referentes al señorío de Ligüerre de Ara


En 1398 Blasco Maça, Señor de Ligüerri, asistió a las Cortes celebradas ese año. Siglo y medio después, en 1554, el señorío de Ligüerre de la Ribera de Fiscal pertenecía a cuatro personas, es decir, a los magníficos Pedro Maça y Miguel Maça, Señores de los lugares de Sanctolaria y Exabierre, residentes en Sanctolaria de la Ribera de Fiscal, y a Joan Maça mayor en días junto con Joan Maça menor en días, Señores del lugar de Sanct Just y residentes en él. Entre los cuatro gestionaban el señorío de Ligüerre. En esos momentos en Ligüerre vivían los hermanos Joan, Pedro y Blasco Maça, y también los hermanos Joan y Miguel Maça que eran hijos de Joan Maça; todos ellos considerados magníficos, infanzones. Entre los Maça residentes en Ligüerre y los Maça Señores de Ligüerre hubo serios desacuerdos en cuanto a la propiedad de las tierras y el pago de derechos señoriales. Para dirimir sus diferencias tuvieron que acudir a unos árbitros nombrados por ambas partes, los cuales dictaron varias sentencias arbitrales.

En el año 1554 los árbitros sentenciaron que Guillén Maça, infanzón, habitante en el lugar de Ligüerre, pudiera pacer sus ganados tal y como acostumbraban hacerlo los vecinos de Ligüerre en su término y en Sierra de Gabarre, Latarruas y Maiez. También le dieron el derecho de trabajar, labrar y sembrar su tierra, pagando los derechos señoriales del noveno y otros. En otra sentencia arbitral Joan Maça, herrero, infanzón y habitante en Ligüerre, consiguió que fuera respetada su condición de infanzón y los privilegios que ello conllevaba, si bien tendría que hacer frente al pago de 640 sueldos jaqueses por impagos de impuestos señoriales y también en lo sucesivo él y sus hijos estarían obligados al pago de los impuestos señoriales sobre su actividad agrícola y ganadera en el monte de Ligüerre y asociados, siendo necesaria la autorización de los Señores para poder ser trabajada la tierra.

En el año 1554 fue arrendado al magnífico Martín Maça, infanzón, habitante en el lugar de Sanctolaria, los escalidos (yermos) situados en el término del lugar de Ligüerre, de las peñas abajo, y los herbajes y escalidos de la Sierra de Gabarre, desde el barranco de La Banyera hacia arriba, hacia la sierra, y del barranco que viene de la peña de Ruba Lo Furno y arriba hasta la sierra y de las Peñas de Lo Salnero hacia arriba y Las Moscanas. Arriendo por 12 años, a un precio anual de 100 cuartales de trigo bueno y 100 sueldos jaqueses. Vemos que había muchas familias Maça-Maza en la Ribera de Fiscal.

En 1563 seguían los roces y problemas entre los cuatro Señores de Ligüerre y sus vasallos. Para solventar las diferencias de nuevo hubo que acudir a los árbitros nombrados por ambas partes. En este caso los árbitros fueron:

·       Mosén Pedro Maça, presbítero habitante en el lugar de Ligüerre.

·       Joan López, mayor de días, Señor del lugar de San Felices.

·       Joan Maça, infanzón, domiciliado en el lugar de Oto y lugarteniente de justicia de la Val de Broto.

·       Joan Maça, mayor de días, infanzón y habitante en el lugar de Xabierre.

·       Miguel de Lacort vecino del lugar de Sanctolaria de la Ribera de Fiscal.

Los árbitros y “amigables componedores” dictaron sentencia según la cual se declararon los términos y montes cultos e incultos del lugar de Ligüerre como pertenecientes a los Señores del pueblo. Los Señores del lugar tendrían la obligación de dar a treudo perpetuo, al concejo de Ligüerre, los términos y montes del lugar, “que limitan con Borrastre a la peña que está bajo la faja llamada Guilina de Latarruas y de ahí limita con términos de la Pardina de Santa María, y de ahí a la peña debajo de los términos de Gabarre, peña a peña por donde antiguamente solía estar la buega, y de ahí a la Peña del Jordanal y de ahí peña a peña a la Peña del Tozón y de ahí abajo a los términos de Albella y de ahí al agua (Río Ara) y dellá del agua con términos de Sasé, Muro y tutoría de Xabierre”. Los de Ligüerre tendrían la obligación de pagar un treudo anual de 190 sueldos jaqueses, el día y fiesta de San Martín o “hasta ocho días después”. Comienzo del pago el año 1564. En la sentencia arbitral quedaron reflejados una serie de pactos y condiciones. Se reservó para los Señores del pueblo las sendas, colladas y heredades que hay dentro de los términos. Los Señores del pueblo tendrían derecho a que sus ganados pacieran en los términos y montes de Ligüerre, y al paso franco en la hierba de Gabarre y la sierra, sin que los de Ligüerre pudieran sembrar y escaliar en ellas. Fuera de las sendas y heredades reservadas a los Señores, habría que reservar y elegir tres colladas o heredades dentro de los términos del lugar en favor de Joan Maza el herrero de Ligüerre. En la sentencia también quedaron especificados los pagos a los árbitros y el notario, y quién debería pagar y en qué proporción. Por ejemplo el notario recibió por sus servicios 4 florines de oro (64 sueldos jaqueses) que pagaron a medias los Señores y sus vasallos.

En el año 1670, ante la presencia del notario Felipe Vallarín, residente en Asín de Broto, se reunió el concejo del lugar de Ligüerre en la plaza del pueblo, delante de la puerta de la casa de Miguel Xiral. Comparecieron Pedro Ezquerra y Martín de Oto, jurados, Jusepe Muro, Pedro de Orús, Felipe Antín, Úrbez Sampietro, Martín de Pueyo, Gregorio Villanueba, Antón Périz, Miguel Xiral, Domingo Sampietro y Matheo Baster, todos vecinos y habitadores en el lugar de Ligüerre. El licenciado Blas Pascau, presbítero racionero de la villa de Torla, en calidad de procurador del Doctor Jaime de Lasarte y Diago, ciudadano y domiciliado en Huesca, solicitó que los vecinos le dieran la quieta y pacífica posesión del lugar de Ligüerre y sus términos, y las pardinas de Gabarre, Latarruas y Mayez, con la jurisdicción civil y criminal, en virtud del último testamento de la difunta Madalena Maza de Liçana, domiciliada en la ciudad de Huesca, Señora que fue de la cuarta parte de Ligüerre y las pardinas mencionadas. Ante la presencia de los jurados y concejo del pueblo, el procurador tomó posesión de forma pacífica, del lugar y sus términos, plantando horcas y haciendo ahorcar en ellas una hierba, realizando otros actos indicadores de pacífica posesión, y comprometiéndose a respetar los derechos de los vecinos del pueblo.

Parece ser que la propiedad de la cuarta parte del señorío de Ligüerre perteneciente al doctor Jaime de Lasarte, vecino de Huesca, fue vendida a Jorge Agustín Barrau de La Laguna, domiciliado en Ceresuela del valle de Vió.

En el año 1676 Pedro Ezquerra, jurado y vecino de Ligüerre, procurador de los jurados y concejo de Ligüerre, junto con el notario Juan Azín y dos testigos, fueron a la casa de Jorge Agustín Barrau de La Laguna, infanzón, Señor temporal en parte del lugar de Ligüerre, domiciliado en el lugar de Ceresuela, con el fin de hacerle saber el contenido de las originales letras de firma de derecho emanadas de la Corte de Ilustrísimo Señor Justicia de Aragón, firmadas, selladas y despachadas oportunamente. La casa de Jorge Agustín Barrau de La Laguna estaba ubicada en la plaza del lugar de Ceresuela. Pedro Ezquerra y el resto de la comitiva encontraron la puerta de la casa abierta y golpearon con el llamador, bajando a atenderles una doncella llamada Gracia, hermana del Señor Jorge Agustín. Ella les indicó que su hermano no estaba en el pueblo, que se había ido de viaje al Valle de Sarrablo. No contentos con esta respuesta, siguieron indagando por el pueblo. Más tarde se encontraron en la plaza con Mn. Pedro Andrés Barrau de La Laguna, rector del lugar de Ceresuela, y a Mn. Martín Barrau de La Laguna, rector de Salinas de Trillo, hermanos del Señor. Ambos indicaron que su hermano no estaba en el pueblo. A ellos les fueron leídas y notificadas las originales letras de la firma de derecho emanada del Sr. Justicia de Aragón. Se les notificó el derecho de los vecinos de Ligüerre a la posesión de los términos y montes del lugar de Ligüerre en fuerza y derecho del dominio útil. Posesión pacífica de pacer con sus ganados gruesos y menudos los términos y montes del lugar, las hierbas que en ellos se crían, y abrevar en sus aguas, hacer y cortar leña verde y seca, y de rama para el uso de los vecinos del lugar; también romper y escaliar tierras incultas de los dichos términos y montes. Uso y posesión pacífica desde tiempo inmemorial de entrar con sus ganados gruesos y menudos en las partidas de la sierra de Gabarre, Pardina de Latarras y Maez. Derecho a “amalladar, acubilar, trasnochar, asestar, aguar y fogarizar sus ganados libremente y sin penas ni calonia alguna”. “Se insta a que nadie les impida la posesión quieta y pacífica de los términos y montes del lugar de Ligüerre que limitan con el término del lugar de Borrastre a la Pena Questa debajo la faja llamada Quilina de Latarruas y de allí limita con términos de la pardina de Santa María y de allí a la Peña de Valdos, términos de Gabarre, peña a peña por donde antiguamente solía llegar la buega y de allí al grado de La Fradera y de allí peña a peña a la Peña del Jordanal y de ahí peña a peña a la Peña del Tocón y de allí abajo a los términos de Albella y de allí al río Ara y de allí con términos de los lugares de Sesso, Muro y la tutoría de Xabierre y Ligüerre”. Las partidas llamadas de La Sierra, Gabarre, Pardina de Latarruas y Mayez “limitan con términos de Albella, Planillo, Aguarta, Cañardo, Xillué, Pardina de Santa María y Borrastre”.

En el año 1711 Pedro Joseph Barrau de La Laguna, infanzón, domiciliado en el lugar de Ceresuela del valle de Vió, Señor en parte del lugar de Ligüerre y sus términos de las pardinas de Gabarre, Maez y Latarras, tomó posesión del señorío ante notario, según fuero. Los vecinos del pueblo de Ligüerre aceptaron la posesión, hallándose presentes Diego Sampietro y Pedro La Baila, jurados, Miguel Xiral, Francisco Sampietro, Domingo Villanueba, Luis Maza, Cosme de Antín, Pedro Santolaria y Pedro de Orús, todos ellos concejantes. Los vecinos indicaron que querían seguir manteniendo sus derechos. Por mandamiento del Señor se plantaron y pusieron horcas en dichas pardinas, colgando en aquellas un guante en señal de dominicatura. El pueblo consintió y protestó de nulidad en formas.

En 1753 Pedro Barrau, junto con su hija Theressa Barrau y su yerno Antonio Escartín, vecinos del lugar de Ceresuela, vendieron a favor del ayuntamiento de Ligüerre de la Ribera de Fiscal la cuarta parte del señorío del lugar de Ligüerre y sus términos. También vendieron todos los derechos señoriales sobre la quinta parte de las pardinas de Gabarre y Latarruas. Precio de 650 libras jaquesas. Parece ser que el pasado esplendor de los Barrau de La Laguna estaba en horas bajas y con esta compraventa obtuvieron una importante cantidad de dinero.

 
Queda mucho por saber referente a la evolución del Señorío de Ligüerre. Simplemente he pretendido poner en orden los datos que he ido encontrando, susceptibles de ser ampliados en un futuro.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Ramón Cardiel, de Ministirio (Muro de Roda)

Calentador de cama

Tan apenas me acuerdo de mi tío Ramón, de Ministirio, ni siquiera recuerdo su imagen. Yo era muy pequeño; creo que no llegaba a los cinco años de vida. Eran tiempos muy diferentes a los actuales. En mi pueblo no había luz, ni agua corriente, ni teléfono… Por suerte cada casa tenía su pozo de agua, algo que los mayores consideraban un lujo. En casa también disponíamos de retrete seco, realizado en el año 1929. No había calefacción y los inviernos solían ser duros, con hielo y nieve. Cuando íbamos a dormir se pasaba por la cama un calentador de cobre que calentaba las sábanas, si bien con el paso de las horas el frío se hacía más patente, eliminado a base de muchas mantas. Con el frío, a veces, surgían los sabañones, generalmente en los dedos de los pies o en las orejas.

El tío Ramón era un familiar lejano. Un antepasado suyo había nacido en la casa de mi familia. Venía algún día a trabajar como jornalero y se quedaba a dormir. Por la noche, junto al fuego del hogar nos recitaba la atrayente historieta de la raboseta. La repetía varias veces porque veía que nos hacía gracia. Tanto fue así que se me quedó grabada. Era más o menos de esta manera:

·      ¿Dónde está la raboseta?

·      Detrás de la mateta

·      ¿Dónde está la mateta?

·      El fuego la ha cremau

·      ¿Dónde está el fuego?

·      El agua lo ha apagau

·      ¿Dónde está el agua?

·      Las gallinas se la han bebido

·      ¿Dónde están las gallinas?

·      A poner huevos

·      ¿Dónde están los huevos?

·      El cura se los ha comido

·      ¿Dónde está el cura?

·      A decir misa

·      ¿Dónde está la misa?

·      Detrás del altar

·      ¿Dónde está el altar?

·      Véstelo a mirar.

Lo que más me llamó la atención del tío Ramón fue su remedio para eliminar los sabañones: untarlos con orina. Nunca lo probé, me resultaba bastante repelente la idea…

domingo, 6 de diciembre de 2015

Pedregadas históricas (IV). PEDRISCO EL 26/7/1895

 

Carta de Sobrarbe
12/8/1895

Sr. Director: En este pueblo de Castejón confiábamos, así como en Olsón, Lamata y otros, en que este año podrían completarse algo las deficiencias de cosechas anteriores, pero hemos visto en pocas horas nuestro gozo en un pozo por consecuencia del pedrisco ocurrido el día de Santa Ana, 26 de julio último, que arrasó los viñedos y concluyó con las hortalizas, que en esta localidad y su comarca son importantes, porque ayudan mucho al pasar de las casas de labradores. Cayó en dicho día piedra en abundancia, arrasándolo todo, y llevando el desconsuelo al vecindario entero.

Hace dos años que por causas varias, de naturaleza cósmica y meteorológica, no se cosecha vino en este país; y cuando veíamos en perspectiva una gran cosecha, cuando comenzábamos a querer medio olvidar nuestros males, en un momento, una furiosa nube nos segó todas las esperanzas.

¿Qué nos resta de hacer? ¿Qué haremos ahora en esta comarca? ¿Pagar? ¿Y con qué pagamos, si es que nada tenemos?

Todos pensamos en la idea de fomentar las Obras públicas. Tenemos la vista fija en esa multitud de proyectos que tientan la imaginación de los pueblos, para la construcción de obras generales, pero no vislumbramos claro el asunto. Tan desgraciados somos en este país, hasta hoy huérfano de representación, que no nos queda otro recurso que sufrir callando. Pero las cosas han llegado a un punto tal, del que no pueden pasar sin grave daño de la población flotante de estos pueblos que está llamada a desaparecer si no viene algo que destruya la influencia letal de la escasez que se divisa y de la miseria que pronto señoreará todo Sobrarbe. ¿Por qué no se emprenden las obras desde Aínsa a Escalona, en aquella famosa carretera electoral de execrable memoria? ¿Por qué los pueblos no piden con insistencia que se construya el trozo subastado por Don Antonio de Caso, desde Escalona a las Devotas, interrumpido contra la voluntad de este señor, contra sus intereses, y contra los de toda esta comarca? Tan solo con estas obras habría lo suficiente para sostener las gentes, y evitar la emigración que amenaza, y que ya ha comenzado a significarse desde seis años acá, porque las cosechas no acuden, y el labrador perece sin medios de defensa.

Y hecha la historia de Castejón, queda bosquejada toda la de la histórica comarca de Sobrarbe, por todos conceptos digna de consideración.

Ya comprenderá todo el mundo que con este orden de cosas, las cargas públicas y los compromisos particulares se han hecho aquí imposibles de cumplir. Quiera o no quiera el fisco, la provincia o el municipio, aquí no se puede hacer efectiva cantidad ninguna. ¿Cómo, si no hay un maravedí en el país?

Suyo afectísimo. –J.A. y B. (Probablemente José Albás y Buil)