lunes, 27 de febrero de 2012

Mujeres del Pirineo.

Portada del libro
Hoy he terminado de leer un excelente libro: “Mujeres del Pirineo. Tradición y cambio”. En él queda reflejada, de forma resumida, la historia de vida de cinco mujeres de Sobrarbe. En el prólogo, Josefina Roma nos dice que "las cinco historias son dignas de ser leídas y meditadas, y esto también se lo debemos a sus autoras que han sabido escuchar, introducir temas, pero sobre todo, respetar la personalidad de las protagonistas".
Las autoras, en sus conclusiones, afirman que sus informantes "son el testigo fiel de una generación de mujeres valientes y esforzadas, que con su trabajo, energía y dedicación, contribuyeron a construir un pedazo de la historia y la cultura de Sobrarbe y del Pirineo de la que somos herederos las generaciones actuales.  Sin duda podemos aprender mucho de esta mirada retrospectiva a nuestro pasado reciente y sobre todo, de la fuerza y vitalidad de estas mujeres que supieron labrar sin miedo su futuro, haciendo frente a todas las dificultades que encontraron en su camino".
En las cinco historias de vida hay algo en común. Todas ellas tuvieron que adaptarse a los profundos cambios acaecidos en el siglo XX y también a los dramas familiares y colectivos. En su vida experimentaron momentos felices y tristes. Murieron con la conciencia tranquila y con la satisfacción de haber hecho las cosas lo mejor que sabían. Las mujeres del siglo XX se caracterizaron por su inmensa capacidad de trabajo, y por su incondicional defensa del entorno familiar.
La sociedad actual sigue evolucionando. Ahora hay mayor riqueza económica, mucha mejor sanidad y servicios educativos, aunque personalmente creo que no todo ha sido una evolución positiva respecto al pasado. Hay menor solidaridad, más individualismo, mayor comunicación virtual y menor real. Parece como si la pobreza humanizara más a las personas. Es curioso, en este libro me han conmovido e interesado más las historias de las mujeres que a lo largo de su vida contaron con menos recursos económicos.

lunes, 20 de febrero de 2012

Escudos de los Laplana y Mur en casa Alonso de Plan.

Casa Alonso de Plan

La ventana y los escudos, el moderno del apellido Laplana.


Dintel con el escudo de los Mur
En la fachada principal de casa Alonso de Plan, en posición centrada, se halla una vieja ventana cegada por una moderna piedra armera de los Laplana que no presenta pátina de oxidación, lo que implica que es contemporánea, elaborada en arenisca calcárea. Los Laplana llegaron a Plan el año 1842, al contraer matrimonio Manuela de Rins y Lascorz, la heredera, con Manuel Laplana Bergua, de Puy de Cinca. El apellido Rins procedía de San Juan de Plan, a donde había llegado desde casa Rins de Gistaín. Casa Alonso debe su nombre a Alonso Lascorz.

El escudo de los Laplana presenta adornos y timbre de hidalguía. Es cuarteado: 1º león pasante, 2º castillo, 3º cuatro palos, 4º león pasante.

La vieja ventana es muy interesante, fechada en 1577. Posee pico conopial en el centro del dintel, lo que condiciona el escudo. En el dintel aparece tallada otra fecha: 1845, que se debió realizar en el s.XX. Lo más destacado es el escudete del dintel, de escaso relieve y del s.XVI. Presenta una muralla de cinco almenas y, sobre ella, un haz desplegado de cinco llaves. Creo que es de los MUR. Quizá esta casa perteneció a los Mur de Plan, notarios en el s.XVII.

En esta casa nació el Beato Cruz Laplana Laguna, obispo de Cuenca entre 1921 y 1936.

domingo, 19 de febrero de 2012

Matrimonio entre Joaquín Salinas Millaruelo y Vicenta Nadal Torres, año 1902


Los novios



En el año 1902 contrajeron matrimonio Joaquín Salinas Millaruelo, viudo de Carmen Durán Muzás, vecino de Escanilla y Vicenta Nadal Torres, natural de casa Francés de Bellestar, localidad próxima a Graus.


En la fotografía de grupo se ve a los novios en posición central, con los brazos entrelazados. Junto al novio, a su izquierda, está su cuñado José Bestué Arasanz, de casa Bestué de Lamata. La posición de las manos y piernas de José, junto con el puro en la boca, denotan una autoestima elevada, acorde con la posición económica de su casa. Al lado de José, sentados, están dos hombres con similar rostro, posiblemente hermanos, de manos grandes que apuntan a que eran buenos trabajadores, desde la juventud, uno de ellos tímido.


Al lado de la novia, sentados, están sus padres (supongo) con la indumentaria tradicional del s.XIX. Los abuelos tienen en brazos a sus nietos. Hay una mujer que posa su mano sobre el hombro del abuelo, lo que indica un parentesco cercano, posiblemente la hija puesto que se parece físicamente a la novia; sería hermana de la novia. Junto a la abuela, de pie y con traje oscuro, y paño sobre la cabeza, hay una mujer que sostiene vajillas, debe ser una criada-sirvienta.


Junto a José Bestué, de pie, se encuentra Joaquín Cabrero Salinas, de casa Buil de Escanilla, familiar del novio. A su izquierda está Rosa Buera Millaruelo, de Graus, hija de uno de los dos guardias civiles que hay en la foto. Se podría decir mucho más de esta fotografía...

martes, 14 de febrero de 2012

Piedra armera de los Fuertes en casa Costa de Fiscal.


Escudo partido: a la derecha cuatro palos y a la izquierda león rampante. Encima del escudo hay una inscripción parcialmente erosionada: FUERTES, habiendo desaparecido las dos primeras letras. Carece de timbre de hidalguía y adornos. Posiblemente del s. XVI.
Vista parcial de la magnífica torre de Costa en Fiscal,
muy bien restaurada externamente, respetanto el primitivo rejuntado de cal.

martes, 7 de febrero de 2012

Prehistoria e historia en la cuenca del río Susía.

En la cuenca del Susía se han encontrado utensilios de piedra que evidencian la presencia humana desde la prehistoria. En un campo de Lamata fue hallado un bifaz, que es un útil lítico grande, tallado toscamente por ambas caras. Este bifaz, realizado en cuarcita, nos permite asegurar que ya en el Paleolítico había personas viviendo en estas tierras.


Bifaz
En el Neolítico, de 6000 a 2500 años antes de Cristo (a.C.), la gente optó por una economía basada en la agricultura y la ganadería, quedando relegados a un segundo plano la caza y la pesca. Se siguió tallando el sílex e hizo su aparición el pulimento de las piedras, obteniéndose las hachas de piedra pulimentada. En esta zona son abundantes estas hachas, de dimensiones variables. Fueron realizadas principalmente a partir de basalto, roca que se puede encontrar con facilidad junto al río Cinca.
Hace más de 3000 años, en la Edad del Bronce, había gran cantidad de pequeños poblados uniformemente repartidos. Las casas eran más bien chabolas. Las personas se dedicaban a la explotación agrícola y ganadera de las inmediaciones. En la Edad del Hierro y época Ibérica siguió habiendo asentamietos.

Para triturar el grano obtenido en los campos de cereal se usaron los molinos de mano los cuales fueron evolucionando a lo largo de los siglos. En los yacimientos arqueológicos de la Edad del Bronce (1800-1100 a.C.) y Primera Edad de Hierro (1100-500 a.C.) son habituales los molinos de vaivén, de tipo barquiforme, obtenidos a partir de bolos de granito recogidos junto al cauce del Cinca. Dichos bolos, de 20 a 40 centímetros de diámetro, fueron trabajados por una cara, dejándola plana o cóncava. Hay molinos barquiformes que no son de granito sino de conglomerado, de granos de cuarcita. Donde hubo asentamientos de cronología ibérica (350-50 a.C.) se aprecia la coexistencia de molinos barquiformes con otros de tipo rotatorio, más evolucionados.


Volandera de molino rotatorio.

En tiempos de los romanos se crearon nuevos asentamientos, en zonas llanas, dentro de las tierras de cultivo. Por lo hallado en los yacimientos encontrados, se deduce que su economía era saneada e incluso compraban cerámica de lujo, de importación.

En la primera mitad del siglo XI hubo una nítida confrontación entre el mundo cristiano y musulmán que condujo a la inseguridad. En la zona se crearon poblados cristianos ligados a recintos fortificados: Olsón, Escanilla, Samitier, Latorre, Castejón, Arcusa y Erípol.

En la Edad Media ya existían todos los pequeños pueblos que hay en la actualidad y también hubo otros asentamientos menores que acabaron desapareciendo en el transcurso de los siglos. En el s.XV las viviendas eran muy pequeñas y sencillas; con el paso del tiempo se fueron agrandando. En el año 1495 había más de 110 casas habitadas en la cuenca del Susía. Este número experimentó un apreciable incremento a lo largo del s.XVI.

Torre en Samitier, s.XVI.

El s.XVI supuso una etapa de progreso que favoreció la realización de destacadas obras como las iglesias de Olsón y Castejón. Algunas familias poseían una importante cantidad de dinero que invirtieron en buena medida en construir grandes casas que dieran muestra de su poderío; en esta época se levantaron casas torreadas como las de Juste de Arcusa y Villellas de Mondot; un poco posterior es la de Mora de Escanilla. En la planta baja de muchas casas acomodadas se construyeron diversas estancias abovedadas. Algunas ventanas bellamente trabajadas también son de esta época. En cuanto a escudos, hay pocos que hayan llegado a nuestros días puesto que el de Juste de Arcusa fue vendido y el de Villellas de Mondot también fue quitado de su emplazamiento original; queda un ejemplar en Lamata perteneciente a los Torres. Del siglo XVII es el escudo de los Olibera situado sobre la puerta de casa Mora de Escanilla y el de los Climent - Clemente de Lamata. El progreso y riqueza de unos tuvo como contrapartida el endeudamiento de muchas casas que a la larga provocó la quiebra y venta de algunas de ellas. En el s.XVII la crisis alcanzó un nivel considerable y gradualmente fue en descenso el número de viviendas habitadas.

En el s.XVIII, sobre todo en su segunda mitad, se advierte una mejora en la economía que propició un incremento de la población. Esta etapa de progreso influyó en las viviendas. Las casas incrementaron sus dimensiones y algunas se vieron adornadas por bellas ventanas, destacando las de Périz de Jabierre (1788) y Arasanz de Lamata (1793); en ellas se mezclan símbolos cristianos y paganos. Otra característica importante de este siglo es la proliferación de escudos, pertenecientes a diversos linajes: Fumanal de Olsón, Villacampa de Mondot, Coronas de Jabierre (en dos casas, una desaparecida), Pardina de Olsón, Plana de Samitier, Sarrablo de Castejón etc.

Casa Périz de Jabierre. Puerta y ventana realizadas en el s.XVIII.

Esta mejora persistió a lo largo del s.XIX, lo que originó una sobrepoblación de la cuenca, habiendo en el año 1863, 203 casas habitadas y unas 1400 personas. Continuó el engrandecimiento de las casas, tanto en longitud como en altura y se pusieron de moda los balcones, y el arco rebajado en la entrada principal de las viviendas.

Portada en Olsón, del s.XIX.
En la primera mitad del s.XX hubo una ligera reducción en la población. Paulatinamente la mayor parte de las casas se vieron sumidas en la precariedad económica. En la segunda mitad del s.XX se experimentaron profundos y radicales cambios que ocasionaron en el último tercio una importante mejora económica y a su vez una grave crisis demográfica que provocó una drástica reducción de la población. Los avatares de la centuria se vieron reflejados en las casas; la principal variación se produjo en la cocina, tendiendo a desaparecer los antiguos hogares y las emblemáticas chimeneas. Se impuso lo práctico y fueron escasas las florituras y adornos. Ahora, a principios del siglo XXI, de nuevo se da importancia a la belleza estética; la población se va concienciando de las peculiaridades de su arquitectura popular y tiende a emular sus singularidades. Buena muestra de ello son las nuevas chimeneas cilíndricas y troncocónicas, realizadas en toba calcárea. Estamos en una etapa de prosperidad y florecimiento cultural que se ve ensombrecida por la escasez de población. Es una paradoja que sea en el momento de mayor bienestar y mayores comodidades cuando la zona presenta un menor número de casas habitadas de forma permanente.


Adorno en una vieja alcoba. Casa Larriero de Olsón.